martes, 16 de octubre de 2012
Hay peleas buenas para los crónistas
Hay opiniones que revientan hígados
El conato de bronca entre Brandon Ríos y Richard Abril en Miami se produjo a metro y medio de distancia de mi silla.
Fue cuando el texano se presentó a una conferencia de prensa rara, porque la contraparte, Yuriorkis Gamboa, se esfumó de la ciudad y nadie supo, por lo menos en aquel momento, ni dónde estaba ni la razón de la ausencia a la actividad.
Entonces, en lo que pareció un show montado para sazonar lo que nadie podía arriesgarse a considerar como un buen pleito si lo aprobaban, apareció Richard Abril, exigiendo su oportunidad como campeón interino; intercambiaron palabras soeces y no hubo un solo golpe que decidiera la conferencia: empate, preludio de lo que vendría en breve tiempo como otro robo en el ring.
La pelea se aprobó y la cuota de “guerra sangrienta por ofensas a la moral del individuo”, recurso de las campañas propagandísticas de hoy, ocupó espacios en los titulares pagados por las editoriales o cadenas y por los otros, los “fantasmas” que empañan al pugilismo desde que Don King tomó de la mano a Alí para enseñarle cómo se hacía el dinero con más basura hablada o escrita que golpes en el cuadrilátero.
Yo supuse que Abril no tenía cómo ganarle al norteamericano, un peleador más fuerte y con la pegada, tan escasa en el cubano, que nunca podría nivelar el encuentro con el antiquísimo “motivo de preocupación”.
Sin embargo, Abril neutralizó a Ríos, que pareció haber extraviado su mano derecha y no pudo contrarrestar la velocidad del cubano a lo largo de 12 rounds que dejaron mucho que desear por su parte; tanto que perdió y los intereses, que benefician al que les conviene, fallaron contra el antillano, que mantuvo su faja “interina” porque se decretó tablas una pelea que debería constar hoy como la única derrota del residente en California.
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